Detalles del documental de Miguel Abuelo.

No había más nada por hacer, sus huesos estaban consumidos. Con 42 años, el 26 de marzo de 1988 Miguel Abuelo se moría de SIDA, una por entonces extraña enfermedad conocida como “peste rosa” que se les adjudicaba únicamente a los homosexuales. Con él se iría su arte y llegaría el recuerdo, el reconocimiento, y la añoranza que tan bien describirá años después Andrés Calamaro: “Dejaste gloria y regalaste historia”.



Menos conocido como Miguel Ángel Peralta, Abuelo plantaba su semilla sin esperar que 22 años después un collage cinematográfico le rindiera tributo. Se trata de “Buen Día Día”, un documental basado en su vida y obra, dirigido por los cineastas Eduardo Pinto y Sergio “Cucho” Constantino. Cinta de 90 minutos de duración que fue el resultado de 5 años de trabajo y que fue estrenado en tres oportunidades en el marco del reciente BAFICI, a sala llena.

En el bar…

A días nomás de la proyección, Pinto saluda a unos conocidos en un museo bar de Fraga y Lacroze, a dos cuadras del cementerio de Chacarita. Con la puntualidad de las 16 pide un café, desvía su mirada hacia la ventana, prepara, apunta, y dispara su respuesta.

“El rodaje fue intenso. Era editar, ver, desarmar, discutir, volver a editar, conseguir nuevo material. Hacer un documental es de alguna forma descubrir; en este caso a Miguel. Uno arranca la construcción de la película con una idea, que después se somete a idas y vueltas. Fue duro porque quedó mucho material afuera, hubo decisiones sobre situaciones e historias que decidimos no contarlas”.

Porque la premisa era cuidar al personaje. Justo por eso la película se enfoca más en su costado artístico y público, que en su intimidad. “Cualquiera que transite en el rock pasó por situaciones violentas de drogas, y eso no nos interesaba contar. Obvio que se habrá drogado miles de veces y habrá tenido experiencias sexuales de las más variadas, pero apuntamos a su obra”, retruca Pinto, mientras le pone dos de azúcar.

Todavía en el bar…

El film es un gran collage armado con un vasto material de archivo. Hay 30 canciones, 20 poemas y centenares de fotografías. El protagonista principal es el alma de Miguel, que “sobrevuela todo el tiempo”, y le siguen sus canciones que hablan por sí solas. Aunque también los entrevistados se llevan su parte. Hablan Horacio Fontova, Luis Alberto Spinetta, Kubero Díaz, Cachorro López, Miguel Cantilo, Pipo Lernaud, “Juanjo” Carmona y Alfredo Rosso entre otros. “Cada uno de ellos va contando una parte y con esos relatos uno va construyendo este gran rompecabezas”.

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OPINION. “Creo que el cine se tiene que relacionar más con el cine, y no tal vez copiar fórmulas extranjeras de un tipo de cine, que está bien, es barato, fácil, podes ganar premios, pero está bueno apuntar a la cultura pop” (Eduardo Pinto).

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Con ellos, el que también teje la prosa es Gato Azul Peralta, el propio hijo de Abuelo, quien recolecta información para rearmar la historia de su propio linaje. “Para él fue muy intenso porque creo que tenía una negación de todo lo que era el padre, por eso considero que la película lo ayudó para volver a conectarse con su papá”, confiesa Eduardo.

Gato Azul nació en Londres en 1978. Para ese entonces, Miguel hacía casi 10 años que había dejado en Argentina su primera formación de los Abuelos de la Nada, en esa en la que tocó Pappo, y que no tuvo demasiada trascendencia. Su bohemia y su amor por las desventuras lo habían llevado a Europa, continente en donde se entregó a la vida de los bares y el desenfreno. Por eso Gato ya de chiquito mamó el ambiente del rock a un ritmo desequilibrante, una experiencia que le permitió afrontar como un hombre la muerte de su padre, cuando apenas era una adolescente de 16 años.

“En el rodaje nos dimos cuenta de que Miguel no conoció a su padre, y que también de alguna forma estuvo tratando de buscarlo. Ahí es donde se genera una relación de la supuesta ficción con la realidad. Ese relato uno lo va descubriendo sobre la marcha”, comenta el realizador.

Todavía ahí, en Fraga y Lacroze, dentro de museo bar, Peralta cierra: “Creo que a Miguel le encantaría Buen Día Día por una razón: porque es un collage artístico y estético, y él era eso, un tipo que hacía teatro, que cantaba, bailaba, tocaba. En fin, un artista integral”.


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“Juntos cavaremos hasta la superficie de mi tierra.
Tu dolor es amor transformándose en mundo
y una caja es mi cuerpo donde el dolor no cesa.
Adentro mío;
Escarba hoy en tu mano tratando de
ubicarte en la cima.
Embelésate ahora que estás vivo.
Este mundo era ya una loquería.
Vamos...adelante.
Llevarás todo junto,
llanura y vegetal entrelazado.
Agua sobre fuego y fuego bajo tierra.
Sé bien que tus coros se pondrán
contentos”.

(Fragmento de Buen Día Día, Miguel Abuelo, 1984)

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CAÑO DORADO. Es una película que Pinto escribió hace 8 años y que está próxima a estrenarse. De género “border”, es un policial negro sobre un pibe suburbano del Gran Buenos Aires que fabrica armas y las vende en los barrios. La banda sonora la hizo Pity Álvarez, Manu de Estelares, Poncho y Caramelo Santo.

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EDITORIAL

Me convertí en un número. Tengo fracción, raíz cuadrada y a veces decimal. También me convertí en un número entero. Mera combinación entre el uno y el cero. Soy numerable y razonable. Despreciable y dispensable. Aceptable y vulnerable. Multiplico. Para el resto no sumo ni resto. Soy consecutivo, destructivo. Me convertí en un número y tengo además factor común. Soy par e impar. Máximo y mínimo. Mayor, igual o menor. Soy múltiplo de dos, de tres, de cuatro o de nueve. No de uno. No para uno. No tengo valor, soy solo valor. Me convertí en un número, me dicen “4232”. Tengo código propio, binomio y exponente. Decadente y resistente. Totalmente ambivalente. Doy resultado y error. Depende la situación, de la ecuación. Soy exacto de facto.

Me convirtieron en un número. Elevé mi razón, mi corazón, a la tercera potencia. Incongruencia, falta de conciencia. Ahora mi alma es cardinal, y mi sentimiento animal. Soy sistemático y matemático, de las ciencias duras en estado puras. Mi nombre es “4232” y hay millones como yo. Solo números, meras combinaciones entre los unos y los ceros.

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