El Tam celeste pastel de Mariano Castro es contradictorio con su impronta. A él se lo conoce poco sin el turbante, pero afirma que no existen secretos en el mundo del reggae. Mientras tararea el tema de Ricardo Fort y luego dice que “es una moda pasajera”, el congelador de mayo se apronta para dar los primeros “on the rocks” de la temporada. Hay labia para rato en Castelar.



El líder de Dread Mar I rinde un tributo constante a su ensortijada barba, la acaricia y súbitamente recuerda la noche en la cima del Gran Rex: “Miraba a los chicos de la banda y parecía que estaba viendo otro grupo”. La velada fue el pasado 15 de abril cuando el cantante oriundo de San Martín llegó a la calle Corrientes con su nuevo disco, “Viví en do”, bajo el brazo.
Filo: Saltaste desde el corazón del Conurbano al Broadway porteño, ¿Sentís que fue un zancazo importante o lo tomás como un logro más de tu carrera?
Mariano: Fue una experiencia muy grossa por varios motivos. Primero, sabés que al público le van a dar un programa, un asiento, una alfombra roja y esas son cosas raras a las que no estábamos tan acostumbrados. Además, el desafío de invertir más dinero que en otros conciertos para tener una buena puesta en escena, luces y un muy buen sonido, también resultó importante. Por eso tuve la idea de que la producción sea buena. Preferí no pensar en ganar más sino que la gente que pague esa entrada se lleve un buen show.
¿Cómo fue el camino para hacer tres Rex?
Esos shows nos sorprendieron porque la idea inicial era hacer uno solo. Después que presentamos el anteúltimo disco, “Amor es”, pensamos en tocar en un lugar más grande que el Teatro de Flores. En el Rex nos hicieron como 7 entrevistas para averiguar quiénes éramos y recién después de tener muchos encuentros, firmamos. Tiene esa jerarquía el lugar.
Antes de editar su última placa, Dread recorrió un largo camino. En su paso dejó hitos como Jah Guía (2005), Hermanos (2006) y Amor-es (2008). Sumados a la larga sábana de shows anuales: “En 2009 hicimos 97 en total”, aclara el cantante. Ahora, el material que se hace esperar por sus fanáticos es la recopilación fílmica de los conciertos en la tradicional sala de Baires. “Filmamos como para hacer un DVD –dice Mariano mientras le pone tercera a la conversación- con 11 cámaras y dos grúas. Pero por ahora están ahí, no sé cuándo saldrá”.
¿Sentís que el mundo multimedia puede arrebatar al mercado de la música?
Soy una compañía independiente, pero se sabe que el disco no es un negocio, sí una carta de presentación, es como cuando un abogado te da su tarjeta. El CD lo compra la gente que realmente le gusta la banda y la sigue, pero también tengo amigos viviendo en cualquier parte del mundo que me dijeron que pocos días después del lanzamiento ya lo habían escuchado.
Es la cultura del zapping…
Si yo tengo que esperar a que el disco se edite en el país donde viven estas personas, me parece que no lo van a tener nunca. A mí me pasa lo mismo cuando quiero conseguir CD’s de afuera. A los artistas independientes nos sirve que exista esta especie de piratería y que las cosas se muevan como se mueven.
Qué ironía, ¿Avalás la piratería?
Creo que la piratería nos ayudó a crecer en un 30 por ciento o más. Por ejemplo, en México hay una re movida con nosotros y no viajamos ni una sola vez, es más, no hay un solo disco editado allá. Sin Internet no tendríamos esa llegada. Entonces, en algún punto nos sirve, como negocio no, porque no le pagan lo que corresponde al artista, pero sí como promoción.
Entre toda la pelota de Internet, piratería y consumismo, al reggae local lo tildaban como moda, ¿qué opinás?
Siempre lo digo, creo que las modas no duran más de un verano. Ponete a pensar en el tema que hizo famoso Ricardo Fort (ahí fue cuando lo tarareó). ¿Cuánto duró, cuatro meses? Ya está. No lo escucha más nadie. Siento que eso es moda. La moda del reggae en el país fue en el ‘92 o ‘93, cuando vinieron Black Uhuru, Yellow Man, Israel Vibration, entre otros. Recuerdo que ya escuchaba esa música y estaba contentísimo porque en el boliche me pasaban temas de reggae que no tenía otra forma de conseguirlos, ni siendo amigo de los DJ’s. No te los pasaban ni en pedo.
¿El laburo de aquellas viejas bandas generó lo que hoy pide el público en cualquier plaza o evento?
Antes y después de todo eso, los grupos que realmente les gustaba el género se quedaron trabajando. Como ésta gente viene tocando hace tanto tiempo, y lo hace bien, el público empezó como a despertar, y con la salida de Los Cafres, Nonpalidece, Riddim, y Resistencia Suburbana el reggae se quedó acá definitivamente. Y encima los festivales grandes ahora le dan un espacio de todo un día al reggae. Es decir que algo está pasando, porque van 35 mil personas, cifra que tal vez no lleve una fecha de rock. Entonces lo de moda ya pasó, esto se estancó, se quedó acá.
¿Tendrá fecha de vencimiento?
Depende de las bandas nuevas que vengan. Siento que el rock ahora está como en un parate, que hay siempre más o menos lo mismo y que están siempre las mismas bandas. Pero detrás está creciendo un género, o subgénero, que es el Indie rock y que en Estados Unidos es lo que está moviendo todo. Me encanta eso, escucho mucho, porque es un rock que no tiene nombre, está mezclado con todo lo que te puedas imaginar, con música Beatle, africana, y otras variantes. Y hay muchos grupos que ya están demostrando el comienzo de esto que está pasando, como Mataplantas, Lisandro Aristimuño, El mató a un policía motorizado, o estos pibes de Banda de Turistas. Sostengo que esto en 5 años va a mover mucha gente, porque tienen melodía, se preocupan por cantar bien y le prestan atención a la música, no es rock nomás.
¿Qué sentís cuando escribís una letra?
Para mí la música es un medio de comunicación muy grande, y tengo la opción de cantar todo lo que quiera, y soy muy libre en eso. El tema es qué querés cantar. Sé que las canciones espirituales son un aprendizaje para mí, me las canto yo, para que todos los días pueda tratar de ser mejor persona. Creo que todos queremos eso en nuestro interior. Después lo que le pasa al público es que se siente identificado y piensa que lo escribí para ellos, pero la verdad es que la base de eso no es así, sino que me hace bien cantar lo que yo canto. Y no me gusta ir a la Iglesia, es más, no creo en las Iglesias, entonces prefiero cantarle a Dios y hacerlo yo con mi propia comunión. Es como un circuito medio interno. Lo que está pasando es que a la gente le está gustando un montón y en los shows son muy partícipes, cosa que nos llenan de energía y amor.



Mariano Castro es escoltado en todas sus presentaciones por Los guerreros del Rey, la banda residente de Dread Mar I. Ellos son: Fabián "Pigu" Loredo, Mono, Alejandro Ramos, Lucas Colamusi, Adrián Romero y Martín Gariglio.

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EDITORIAL

Me convertí en un número. Tengo fracción, raíz cuadrada y a veces decimal. También me convertí en un número entero. Mera combinación entre el uno y el cero. Soy numerable y razonable. Despreciable y dispensable. Aceptable y vulnerable. Multiplico. Para el resto no sumo ni resto. Soy consecutivo, destructivo. Me convertí en un número y tengo además factor común. Soy par e impar. Máximo y mínimo. Mayor, igual o menor. Soy múltiplo de dos, de tres, de cuatro o de nueve. No de uno. No para uno. No tengo valor, soy solo valor. Me convertí en un número, me dicen “4232”. Tengo código propio, binomio y exponente. Decadente y resistente. Totalmente ambivalente. Doy resultado y error. Depende la situación, de la ecuación. Soy exacto de facto.

Me convirtieron en un número. Elevé mi razón, mi corazón, a la tercera potencia. Incongruencia, falta de conciencia. Ahora mi alma es cardinal, y mi sentimiento animal. Soy sistemático y matemático, de las ciencias duras en estado puras. Mi nombre es “4232” y hay millones como yo. Solo números, meras combinaciones entre los unos y los ceros.

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