El creador de La Bomba de Tiempo habla de su nuevo proyecto. Improvisación, señas y mezcla en vivo, combo de un viaje experimental de sonidos.




La mente de Santiago Vázquez tiene tantos compartimentos que alguien que no lo conoce podría pensar que ya no cabe más nada en ellos. Error. Su multiplicidad polifónica todavía tiene mucha tela por cortar, y por lo menos así lo demuestra con La Grande, su último hijo musical, el menor de la familia que cría junto a La Bomba de Tiempo y Puente Celeste, todos productos de su autoría.


Vázquez se divide en tres y si bien los tiempos se le achican, es él quien no se achica. Dice que a todo músico le pasa: “Si tiene una formación amplia, participa de varios proyectos a la vez. No sólo por una cuestión económica, sino por energía y enriquecimiento personal”.

Es así que con el correr del tiempo se fue haciendo, sin pedir permiso, un lugar respetadísimo entre sus pares del mundillo musical. La prensa dejó de mirarlo por encima del hombro, el público depositó toda su fidelidad y la mecha de La Bomba de Tiempo se consumió hasta explotar definitivamente. Hasta logró copar un espacio (casi inamovible) en el Centro Cultural Konex, donde volverá en julio con los 17 percusionistas que conforman la experiencia, luego de un merecido ¿descanso? No.

Porque durante los lunes de este mes Vázquez se calza el traje de director de La Grande, un ambicioso y exquisito proyecto sonoro que se aleja un poco del mundo exclusivo de los parches, para incorporar cuerdas y vientos.

“Tiene más que ver con la improvisación que con la zapada. Como punto de partida tiene algunas experiencias surgidas en la Bomba, como la improvisación dirigida por señas, pero la gran diferencia es que tenemos instrumentos afinados, como trompetas y guitarras. Esa diferencia, que parece solamente de instrumentación en realidad genera un montón de posibilidades nuevas que tienen que ver con lo melódico y armónico. Y ahí empiezan a jugar los géneros, ya que las melodías pueden hacerte recordar un estilo determinado mucho más rápido que un ritmo de tambor. Entonces mezclamos referencias estilísticas”, explica en una entrevista a Filo.

-Filo: ¿Cómo se arma la experiencia en vivo?

-Vázquez: Utilizamos diferentes elementos de varias composiciones que tenemos ensayadas y los mezclamos en tiempo real, un poco lo que hacen los DJs con tecnología digital. Hoy en día es bastante usual tomar samplers de un tema y mezclarlos con otros. Hacemos un poco eso pero en vivo, con temas míos y con el sistema de señas.

-Hablando de eso, una de tus características como director es la implementación de las señas para improvisar sobre la marcha ¿de qué se trata?

- En realidad el trabajo lo tomé de Butch morris, un músico y director estadounidense. Lo vi trabajar con su grupo. Es decir, vi que hacía señas pero sinceramente no las conozco. Eso me resultó una gran fuente de inspiración.

-¿Dónde lo pusiste en práctica primero?

-Dejé pasar un tiempo, armé señas y surgió Colectivo Eterofónico (grupo de entre 10 y 17 músicos surgido a principios de siglo). Tuvimos una experiencia de tres años basada en lo tímbrico y lo armónico. Luego necesitaba profundizar en lo rítmico, en música de distintos orígenes, como africanas, búlgara o macedonia. Quería integrarlas en un proyecto para bailar, pero con las complejidades que requiere. Así surge la Bomba de Tiempo.

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Juana Molina, al igual que Emme, fue invitada varias veces a improvisar en los escenarios con La Grande. En boca de Vázquez: “Es una artista muy talentosa y productora de su propia música, entonces tiene una forma de encarara la improvisación que tiene mucho que ver con lo que estamos haciendo”.

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-Estás escribiendo un libro con el método

-Es simplemente como si fuera un diccionario, un glosario de las señas que sobre todo tiene el fin de poder divulgarlo a todos aquellos que lo quieran usar, y también que eso sea de una forma ordenada. Porque me da la sensación de que el potencial de este lenguaje es la universalidad, y si la gente lo empieza a usar está buenísimo, pero si en ese uso se empieza a deformar a tal punto que unos no se entiendan con otros, pierde el poder que tenía originalmente. Es interesante que cualquier pueda consultar un libro para saber cómo se usan y qué significan cada una de las señas.

-¿Te queda algún proyecto por hacer?

-Hay varios discos específicos que ya tengo la música compuesta, y los sacaré cuando tenga el tiempo de entrar en estudio para dedicarle a ese material las horas necesarias.

-¿Qué se siente manejar un grupo tan grande arriba del escenario, en el caso puntual de La Bomba de Tiempo, y mientras qué experiencia sucede con el público?

-Se vive muy bien. Hay una sensación de equipo muy fuerte, una sensación de estar avalado, amparado y contenido en todos los demás. Y al mismo tiempo tener ese eco en la gente que viene a vernos, y poder nutrirnos de eso, del baile o lo que estén haciendo, genera una sensación muy poderosa, en la cual uno no se desgasta sino que se alimenta (en los conciertos se genera un intercambio muy especial con el público, que baila, acompaña y vibra al compás de los tambores).

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Me convertí en un número. Tengo fracción, raíz cuadrada y a veces decimal. También me convertí en un número entero. Mera combinación entre el uno y el cero. Soy numerable y razonable. Despreciable y dispensable. Aceptable y vulnerable. Multiplico. Para el resto no sumo ni resto. Soy consecutivo, destructivo. Me convertí en un número y tengo además factor común. Soy par e impar. Máximo y mínimo. Mayor, igual o menor. Soy múltiplo de dos, de tres, de cuatro o de nueve. No de uno. No para uno. No tengo valor, soy solo valor. Me convertí en un número, me dicen “4232”. Tengo código propio, binomio y exponente. Decadente y resistente. Totalmente ambivalente. Doy resultado y error. Depende la situación, de la ecuación. Soy exacto de facto.

Me convirtieron en un número. Elevé mi razón, mi corazón, a la tercera potencia. Incongruencia, falta de conciencia. Ahora mi alma es cardinal, y mi sentimiento animal. Soy sistemático y matemático, de las ciencias duras en estado puras. Mi nombre es “4232” y hay millones como yo. Solo números, meras combinaciones entre los unos y los ceros.

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