"Que de la Puente esté en la banda es un punta pié en el orto"

La mal llamada banda de Eduardo de la Puente, en una entrevista sin de la Puente, donde se habló de de la Puente.

Gritan. Se interrumpen. Se ríen con vozarrón de hombre bravío y no dejan ni un solo bache de silencio en medio de la vorágine por meter bocado. Así son los Tristemente Célebres, activos, risueños, verborrágicos. En fin, de esos tipos que no paran de joder, ni de hacerse jodas unos a otros.

Eduardo de la Puente no está. “Tiene gripe”, justifica Germán Wintter, bajista y principal jodón. La banda recién terminaban de ensayar y en Parque Patricios el sol pega feo. Hace fácil, 32 grados.

Por eso Leo Damico, el cantante, combate el calor con una cerveza Quilmes Cristal y todavía le queda, a las 4 de la tarde, media por tomar. Mientras, escucha y fuma, y habla, y fuma.

Nadie sabe muy bien por qué pero todos ahora hablan del recital de Viejas Locas, de la organización y de lo quemada que está la sociedad. Sin dudas, hay más de zapatos de goma que de filosofía barata.

Yendo al grano, están contentos y por demás conformes. Cuentan de entrada que su segundo disco “Anestesia general” salió a la venta en junio, y enseguida se apuran entre todos para desmenuzarlo en historias y anécdotas.

“Es el resultado de muchos años de evolución. No es tan power, es mucho más melodioso a diferencia del primero. Aparte pasaron como 5 años. Es más cancionero”, define Wintter. “Pero siempre ronda el rock”, agrega Damico.

El disco tuvo su gesta durante el 2008 y, a comparación del primero de nombre homónimo que se grabó en El Pie, este se hizo en un estudio “menos profesional”, “más chico”, pero con “una onda impresionante”, llamado Galápagos.

Además, tuvo un invitado que terminó siendo de sopetón el productor artístico. Según explica Wintter: “Con Ricardo Mollo nos dimos un tiempo para disfrutarlo a él. Además, nos dio una mano tremenda, sobre todo en los sonidos de las violas, pero le terminó gustando tanto que participó en la grabación de toda la banda”.

Jorge “Patón” Cimino, baterista, se intromete, opina, se caga de la risa y pisa el final de los efusivos aportes de Wintter. “Este disco me gusta mucho más, está más maduro”, cierra. TC tiene un nuevo integrante, el guitarrista Iván Caballero, que si bien no participó de la flamante producción “le da un sonido mucho más afianzado” en vivo.

La temperatura no baja y contra una punta del sillón, Leo sigue hablando, tomando cerveza y fumando cigarrillos. A esta altura, le queda un cuarto de litro.

“Durante toda la grabación, por situaciones personales, no me sentí tan cómodo. Pero justo el día en que canté el último tema, el track 12, tenía muchísimas ganas. Era una cagada porque ya estábamos terminando. A los 5 días me llama Eduardo, me pasa con Ricardo (Mollo), y él me dice que se habían notado las pilas, y que podíamos grabar de nuevo lo que quisiera. En 7 horas rehice todo el disco. La historia es esa, cuando tenés ganas sale todo fluido”, dice.

-Filo: ¿Les juega en contra que el guitarrista sea de la Puente?
-Leo: La gente desconfía de la banda porque él es el violero. Pero quiero que entiendan que nadie nos consigue nada por Eduardo, porque él mismo se encarga de que eso no ocurra. Eso no nos serviría, porque el rock se vive con la experiencia. Para dar un ejemplo, cuando tocamos en el Luna Park con Motorhead, la empresa que nos contrató era la contra de Rock & Pop. No fue Eduardo quien lo consiguió porque le gustaba tocar con ellos, como dijeron algunos. La locura de la gente es cualquier cosa.
Patón: Si fuera que Eduardo consigue todo, yo no fabricaría baterías y tendría un auto Cero Kilómetro. Y no es así.
Wintter: Sí, a veces nos juega en contra. Es un punta pié… un punta pié en el orto. Porque la verdad nos molesta eso. Aunque lo aprovecho, porque estando Eduardo puede convocar, y de hecho puede instalar el debate para que nos vengan a ver y que después opinen. Es uno más de nosotros. El problema es que todos creen que la banda es de él. En realidad es el que escribe mejor y el que tiene más experiencia con el micrófono.

-Filo: ¿Hay muchos prejuicios?
Wintter: El prejuicio y el preconcepto existen. Es un arma de doble filo.
Patón: Porque hay gente que lo ama, y hay otros que lo odian. Pero los comentarios son paradójicos, porque tocamos con un tipo que trabaja en la FM más popular de rock y Tristemente Célebres ahí no suena nunca. Si fuese como dicen, tendrían que pasar algún tema nuestro todos los días.
Leo: Con de la Puente al frente, primero tenemos que demostrar que somos una banda. Y vamos a seguir demostrándolo. Me molesta que prejuzguen, pero también sé que en algún momento esa gente se va a dar cuenta de que estaba equivocada. El que quiere escuchar a Eduardo que prenda la televisión o la radio.

-Filo: Han tenido la suerte de tocar en festivales grandes y con bandas grossas, ¿Cómo lo vivieron?
Patón: Es increíble. Llegábamos a un lugar a tocar con las mismas bandas que habías escuchado toda tu vida, en el mismo escenario. Aunque una de las primeras veces, en el Monster of Rock (2005), la organización no estuvo bien. No nos dejaron probar sonido, y cuando subimos a tocar no teníamos retorno. Pero cómo se lo explicas a las 20 mil personas que están abajo esperando el cierre de Judas Priest. En esa fecha tocamos casi por inercia (hasta algunos heavys del público les arrojaron monedas de 25 centavos, además de propinarles una buena carrilada de puteadas).
Wintter: Eso fue un honor y un dolor al mismo tiempo.
Leo: Ellos pedían a Judas, y nosotros ayudas (risas). Fue una mala experiencia, pero con Motorhead en el Luna Park cambiaron las cosas. En general estamos todos contentos. Casi siempre nos ha ido muy bien. En el Pepsi 2006 tocamos en el escenario grande, hasta me llevaron en un carrito a hacer una nota. No lo podía creer.




por Revista Filo

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EDITORIAL

Me convertí en un número. Tengo fracción, raíz cuadrada y a veces decimal. También me convertí en un número entero. Mera combinación entre el uno y el cero. Soy numerable y razonable. Despreciable y dispensable. Aceptable y vulnerable. Multiplico. Para el resto no sumo ni resto. Soy consecutivo, destructivo. Me convertí en un número y tengo además factor común. Soy par e impar. Máximo y mínimo. Mayor, igual o menor. Soy múltiplo de dos, de tres, de cuatro o de nueve. No de uno. No para uno. No tengo valor, soy solo valor. Me convertí en un número, me dicen “4232”. Tengo código propio, binomio y exponente. Decadente y resistente. Totalmente ambivalente. Doy resultado y error. Depende la situación, de la ecuación. Soy exacto de facto.

Me convirtieron en un número. Elevé mi razón, mi corazón, a la tercera potencia. Incongruencia, falta de conciencia. Ahora mi alma es cardinal, y mi sentimiento animal. Soy sistemático y matemático, de las ciencias duras en estado puras. Mi nombre es “4232” y hay millones como yo. Solo números, meras combinaciones entre los unos y los ceros.

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