Welcome to the “shame”

Axl Rose, acompañado por un grupo de desconocidos, se presentó ante un repleto estadio de Vélez Sarsfield y no estuvo a la altura de las circunstancias.

El pelirrojo cantante volvió después de 17 años a Buenos Aires. Acompañado con una incógnita banda a la que no titubeó en llamar Guns N’ Roses, y con un marco de público increíble, evidenció un estado deplorable, problemas de sonido, escenografía barata y una organización del evento acorde a la disonancia general.
“No se escucha, no se escucha”, fue el cántico que envolvió la noche del lunes 22 de Marzo en Liniers apenas comenzó a cantar el líder de la banda (dos horas después de lo pactado, por cierto). Es que cuando sonaron las primeras canciones, la gente sintió que algo faltaba. Ese algo era nada más ni nada menos que la voz de Axl.

Fue así que los primeros temas, “Chinese Democracy”, “Welcome to the jungle”, “It’s so easy”, “Mr. Browstone” y “Sorry” promovieron el descontento colectivo y los primeros proyectiles hacia el escenario. Situación que llevó a parar el recital varias veces cuando “Better”, “Live and let die”, “If the World” y “Rocket Queen” continuaban con el show.

“¿Quieren que nos vayamos? No tenemos ningún problema en hacerlo”, trasladaba las palabras de Rose a la multitud un tímido traductor. Hasta ese momento el espectáculo había sido rotundamente frenado en tres oportunidades y ante un nuevo intento de agresión no habría tutía. Vasos, botellas y hasta los pedazos de carpeta que protegían el césped volaban hacia los músicos que intentaban acercarse al campo.

Menos mal que el tecladista Dizzy Reed, integrante firme desde “Use your Illusion I” y el otro representante de la legendaria banda, bajó un poco los decibeles con un solo de piano seguido de “Street dreams”. Situación que preparó el campo para “You Could be mine” y “Sweet child o’ mine” (con un punteo flojo y devaluado), porque si fuera de otra forma esta crónica terminaba acá.

Los tres guitarristas que había en escena se encargaron de amortiguar la noche de un Axl Rose pasado en kilos que vestía jean, una blusa blanca, un chaleco y su típico pañuelo. Es así que cada dos temas, el cantante se iba a tomar aire y dejaba a alguno de sus compañeros haciendo algún solo como sucedió durante el cover de Pink Floyd, “Another brick in the wall”.

Hasta ese momento, el clima en la cancha de Vélez era raro. Mientras algunos se debatían entre disfrutar el show o insultar, otros culpaban al sonido y trataban de avivar a Axl. Se acercaba la parte de grandes baladas como “November rain”, “Dont cry” y “Knocking on heavens door” con el líder al piano, situación que sirvió de anestesia a los defraudados fanáticos.

Rozando la 1 de la madrugada en el reloj, el grupo completo se retiró del escenario para volver 15 minutos después a interpretar “Madagascar” y hasta tuvo el atrevimiento de destruir el tema de AC/DC, “Whole lotta Rosie” con un Axl Rose intentando exportar su voz a niveles estratosféricos lo que dio un resultado de desagradables gritos. El tema que cerró la noche fue “Paradise city”.

Lo particular del asunto fue el hecho noticiable que dieron los diferentes medios. “Rodeado de una puesta en escena espectacular con fuegos artificiales y un gran juego de luces”, escribían algunos. Parece que no vieron lo mismo que vio la gente que se fue ofuscada y enojada por haber malgastado el dinero de tal forma.

Axl Rose para venir a Argentina entre cientos de cosas, pidió ropa de cama negra, pañales negros o rojos y salsa Cholula. ¿No se le ocurrió pedir un poco de vergüenza?.

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EDITORIAL

Me convertí en un número. Tengo fracción, raíz cuadrada y a veces decimal. También me convertí en un número entero. Mera combinación entre el uno y el cero. Soy numerable y razonable. Despreciable y dispensable. Aceptable y vulnerable. Multiplico. Para el resto no sumo ni resto. Soy consecutivo, destructivo. Me convertí en un número y tengo además factor común. Soy par e impar. Máximo y mínimo. Mayor, igual o menor. Soy múltiplo de dos, de tres, de cuatro o de nueve. No de uno. No para uno. No tengo valor, soy solo valor. Me convertí en un número, me dicen “4232”. Tengo código propio, binomio y exponente. Decadente y resistente. Totalmente ambivalente. Doy resultado y error. Depende la situación, de la ecuación. Soy exacto de facto.

Me convirtieron en un número. Elevé mi razón, mi corazón, a la tercera potencia. Incongruencia, falta de conciencia. Ahora mi alma es cardinal, y mi sentimiento animal. Soy sistemático y matemático, de las ciencias duras en estado puras. Mi nombre es “4232” y hay millones como yo. Solo números, meras combinaciones entre los unos y los ceros.

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