Fue la primera directora mujer de la escena nacional. Habla de sus obras, sus gustos y de sus días como alumna de Jorge Luis Borges.

 Entrevista por Jimena Romero y Silvina Gianibelli.

Filo: -¿De qué trata “Querida mamá o guiando la hiedra”, tu última obra en cartelera?
Laura: -Son dos cuentos completos de Hebe Uhart con dirección y dramaturga mías. Trata sobre el vínculo de una madre con su hija. Mientras preparé esta obra pensé mucho en mi propia madre y en la relación que teníamos. Puse en el programa de la obra una foto de ella joven, es algo que me da mucha emoción, nadie va a saber quién es… pero son esas cosas las que salen desde el arte, ¿no?

Filo:-No es muy frecuente que vos construyas una dramaturgia que salga del trabajo de varios autores…
Laura:-Es que hay algunos que me tocan más que otros, que me resultan más próximos. Pero eso no quiere decir que no pueda dirigir un mundo al que yo siento parte del teatro.

Filo:-¿Estudiaste con Ana Itelman?
Laura:-Estudié como bailarina muy joven, a los 15 años ya formaba parte del programa del San Martín….

Filo:-¿Fue para esos años que decidiste cambiarte el apellido?
Laura:-Sí. Fue en homenaje a mi madre, aunque después me sentí mal por mi padre, de apellido Sofovich, pero no lo hice por nada en particular, sino por homenajearla.

Filo:-¿Cuál es el legado que te dejó Ana?
Laura:-Estudiar con ella me impulsó hacia la dirección. Realmente fue quien impuso la danza contemporánea en la década del ´50 y ´60 y me dejó un legado inmenso, desde lo estético hasta lo ético. Fue una gran maestra. Todos los directores que salieron de la escuela de Ana Itelmen tienen una gran disciplina. Nosotros trabajábamos mucho eso, que otros directores que vienen de otro palo no. Bueno…Tato Pavlovsky tiene la rigurosidad de la medicina.

Filo:-Actualmente hay mucho teatro, pero no de estas características, con este leguaje y con esta composición artística en toda su expresión, desde lo estético, desde la dirección, desde el texto…
Laura:-Algunas cosas me salen peor que otras, no crean (risas). He tenido cosas que me han gustado y otras que no tanto. La constante en mi vida ha sido el trabajo, yo siempre tengo la sensación de ensayo en mí.

Filo:-¿Cómo ves al teatro argentino?
Laura:-Me parece que está bárbaro. Tenemos muy buenos actores, y yo no me caso con ningún género, si una revista está bien hecha me puede encantar, si un espectáculo off está bien hecho también, eso no me importa realmente…

Filo:-¿Vas a ver teatro?
Laura:-Voy poco porque entre que doy clases, ensayo, o tengo funciones, estoy muy limitada de tiempo libre

Filo:-¿Cómo es tu relación con Griselda Gambaro?
Laura:-Es una de las más importantes en mi vida como directora. Es un honor el considerarme su amiga, aparte porque es una persona muy generosa. Sus textos son para mí como deslizarme por un tobogán, no porque sean fáciles, sino porque ese mundo lo conozco tanto, me representa tanto. Es la mejor autor- autora, además es una gran novelista. Yo siempre estoy esperando la nueva obra de Griselda.

Filo:-Sos consciente del peso que tenés en la dirección…
Laura:-Soy la primera directora mujer. En cierto modo me siento como de las primeras, ahora hay muchísimas, pero cuando empecé en el año ´70 no había. Es un rol masculino, pero planté bandera, en el sentido de que esto “es posible”.

Filo:-¿Cómo definirías al teatro?
Laura:-Como que todo, todo es una gran obra de Chéjov *

Filo:-¿Escribías en tu adolescencia?
Laura:-Sí, escribía poesía, un montón de libros de poesía.

Filo:-¿Se pueden conseguir?
Laura:-No. Cuando era adolescente ustedes no habían nacido. No se pueden conseguir (risas).

Filo:-¿No podemos o no querés?
Laura:-No, no. Lo cuento porque sé que no se pueden conseguir.

Filo:-Pizarnik ¿Te parece una poeta adolescente?
Laura:-Sí. Fui amiga de ella y para mí fue un genio.

Filo:-Y aparte de las que ya nombramos ¿con qué otra escritora tenés afinidad?
Laura:-Creo que con ninguna, no hay tantas. No hay de ese grado de excelencia

Filo:-La última, ¿cómo fue haber estudiado con Jorge Luis Borges?
Laura:-Empecé a estudiar Letras y uno de los profesores era Borges, en la cátedra de literatura inglesa. Éramos pocos, íbamos como a la Catedral, había mucho silencio. Para la época él era muy moderno. En los exámenes te daba la posibilidad de preparar un tema que no había dado, porque como todo gran profesor nunca explicaba nada. Como alumna no era muy buena,  porque como bailaba, no podía prepararme tanto. Era la del 7. Pero para el final me tenía que sacar 10 sí o sí. Entonces estudié, me maté y fui a dar el examen. Después de rendir él salió al patio con el profesor adjunto y me dijo: “Sofovich: 7”. Ahí pensé: “¡no puede ser!”. Me acerqué. Con mucho respeto y tímidamente le comenté: “profesor, la nota podría haber sido 10”. A lo que me dijo: era un 10 pero entre que Borges no ve y usted que habla tan bajo. Cuando llegó el momento de evaluar para él ese examen no se dio (risas). Y yo encantada porque me pareció lo más borgiano del mundo.


*Antón Pávlovich Chéjov (1860-1904, Alemania): médico, escritor y dramaturgo ruso.

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EDITORIAL

Me convertí en un número. Tengo fracción, raíz cuadrada y a veces decimal. También me convertí en un número entero. Mera combinación entre el uno y el cero. Soy numerable y razonable. Despreciable y dispensable. Aceptable y vulnerable. Multiplico. Para el resto no sumo ni resto. Soy consecutivo, destructivo. Me convertí en un número y tengo además factor común. Soy par e impar. Máximo y mínimo. Mayor, igual o menor. Soy múltiplo de dos, de tres, de cuatro o de nueve. No de uno. No para uno. No tengo valor, soy solo valor. Me convertí en un número, me dicen “4232”. Tengo código propio, binomio y exponente. Decadente y resistente. Totalmente ambivalente. Doy resultado y error. Depende la situación, de la ecuación. Soy exacto de facto.

Me convirtieron en un número. Elevé mi razón, mi corazón, a la tercera potencia. Incongruencia, falta de conciencia. Ahora mi alma es cardinal, y mi sentimiento animal. Soy sistemático y matemático, de las ciencias duras en estado puras. Mi nombre es “4232” y hay millones como yo. Solo números, meras combinaciones entre los unos y los ceros.

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