Travelling es más que una obra donde nueve artistas demuestran sus destrezas. “Es una experiencia, no se puede ser un espectador pasivo”, dice su compositor musical.


PLAY. Una chica en jeans y remera blanca aparece en escena retorciendo su cuerpo hasta los límites materiales y sin abandonar el ritmo de la danza. AVANCE RÁPIDO. Seis artistas se suman al baile. PLAY. Otro irrumpe en el cuadro con cámara filmadora en mano y nos acerca una multiplicidad de miradas exquisitas. Los personajes saltan, corretean, vuelan ¡PAUSA! ¡El desafío a las leyes de la gravedad ya es obsceno! Es el espectáculo de la prestigiosa Compañía de Circo La Arena, con dirección de Gerardo Hochman en el Teatro de La Boca, Catalinas Sur.

La función atraviesa la belleza de la acrobacia aérea por medio de las telas, el palo chino, pasando también por el contact y el aro. Nueve artistas en escena se alternan para demostrar su destrezas, al tiempo que se los aprecia auto filmándose y reflejándose en una pantalla gigante que compone la escenografía. También hay pequeños cortometrajes que se intercalan con la realidad que se presencia.

No hay detrás de cámara en “Travelling”. Como espectadores podemos asistir al armado de la escenografía, como al momento en el cual los artistas montan el stage. Situación que se ameniza con una voz en off y un video explicativo que introduce a la puesta escena.

El despliegue es fantástico y sin dudas, la música original a cargo de Sebastián Verea, es el conducto a este viaje hacia los límites de la gravedad.

-Revista FILO: ¿Cómo definirías a "Travelling"?

-Sebastián Verea: “Travelling” es una experiencia. No se puede ser un espectador pasivo. Podés empezar mirándola como una obra, pero terminás involucrado. Ellos transforman todo el espacio. Hasta hacen un número en el hall del teatro. Están en todos lados y por momentos, gracias a una cámara, los espectadores también están en la pantalla. Se genera una energía muy especial.

-Teniendo en cuenta que venís de componer música para cine, ¿Que diferencias hay en componer para un espectáculo en vivo?

-En cine la música final se compone para un fragmento de tiempo determinado. Para una obra en vivo a veces se necesita componer material extra para salvar imprevistos. En acrobacia es interesantísimo, porque hoy la tecnología permite que una música pregrabada espere al acróbata los compases que sean necesarios, y que después continúe sin que se note ningún salto. En “Travelling” el audio se dispara desde una computadora, junto con los videos.

-¿Cómo fue el proceso?

-Iba a los ensayos, me traía filmaciones de lo que estaban armando, y sobre eso construía la música. Después, con Gerardo (Hochman) nos juntábamos en mi estudio y hacíamos una revisión, él me marcaba los momentos, los climas que quería generar, las emociones. La experiencia de la producción fue muy rica. En una canción el ritmo está hecho con sonidos grabados de los motores de una videocasetera, y sobre eso hay piano, chelos y guitarras eléctricas. Otra es como una pieza para piano solo interferida con sonidos electrónicos que al principio parecen molestar y después van “aprendiendo” a cantar y se unen a la melodía principal. Para la escena de los palos chinos grabé percusiones con casi todo lo que había en mi cocina, y hasta con una aspiradora.

Los acróbatas Paula Basso, Lucas Bustos, Diego Coletta, Florencia Grop, Ana Manera, Pablo Prámparo, Federico Robledo, Martín Samanna y Martín Umerez junto con el director Gerardo Hochman, los coreógrafos Carolina Della Negra y Lucas Condró, la escenografía de Duilio della Pittima, el diseño de video de Daniel Calvo y la música original de Sebastián Verea, son los responsables de que de esta mixtura de disciplinas, técnicas y artes el resultado sea uno solo: la belleza



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EDITORIAL

Me convertí en un número. Tengo fracción, raíz cuadrada y a veces decimal. También me convertí en un número entero. Mera combinación entre el uno y el cero. Soy numerable y razonable. Despreciable y dispensable. Aceptable y vulnerable. Multiplico. Para el resto no sumo ni resto. Soy consecutivo, destructivo. Me convertí en un número y tengo además factor común. Soy par e impar. Máximo y mínimo. Mayor, igual o menor. Soy múltiplo de dos, de tres, de cuatro o de nueve. No de uno. No para uno. No tengo valor, soy solo valor. Me convertí en un número, me dicen “4232”. Tengo código propio, binomio y exponente. Decadente y resistente. Totalmente ambivalente. Doy resultado y error. Depende la situación, de la ecuación. Soy exacto de facto.

Me convirtieron en un número. Elevé mi razón, mi corazón, a la tercera potencia. Incongruencia, falta de conciencia. Ahora mi alma es cardinal, y mi sentimiento animal. Soy sistemático y matemático, de las ciencias duras en estado puras. Mi nombre es “4232” y hay millones como yo. Solo números, meras combinaciones entre los unos y los ceros.

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